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Las causas y tendencias de la crisis de la castaña

Las causas y tendencias de la crisis de la castaña

Vicent Vos / CIPCA..Trabajador en una empresa de procesamiento de castaña en Riberalta, Beni.

Autor: Carmelo Peralta *
Fecha: 23/04/2017

La deforestación y la degradación forestal en el Norte Amazónico son los principales detonantes de los efectos adversos que afectan a la producción de castaña.

Se está discutiendo con preocupación el problema socio-económico y ambiental de la baja producción de la castaña en el Norte Amazónico, región de 100.000 km2 que abarca al departamento de Pando, las provincias Ballivián y Vaca Diez del Beni y parte de Iturralde, en el departamento de La Paz.

Para entender de manera integral  las causas, es necesario conocer que el cambio climático se refiere más a la variación de distintos componentes del clima que pueden tener un cambio duradero y significativo a nivel local y global. El calentamiento global es el acelerado incremento de la temperatura en el planeta por el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) como el CO2 y otros que atrapan calor, y guardan relación directa con el efecto invernadero. El fenómeno de El Niño consiste en un aumento de la temperatura superficial del mar en la región ecuatorial del océano pacífico que ocasiona un calentamiento que modifica los patrones climáticos globales, en promedio ocurre cada cuatro años pero puede darse entre dos y siete. Todos son fenómenos diferentes pero guardan cierta relación en cuanto a causas y efectos adversos como lo ocurrido en el Norte Amazónico.
 
Algunas causas que contribuyen al calentamiento global y al cambio climático son la deforestación y degradación forestal, que ocasionan la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera, generando un aumento de la temperatura lo que, al mismo tiempo, repercute en el régimen de balance hídrico y en el ciclo del agua a nivel local, regional y global. Otros efectos son las sequías, inundaciones e incendios, que provocan pérdidas materiales y humanas, reducción de biodiversidad, escasez de agua e inseguridad alimentaria.
 
Para el caso de los bosques amazónicos del Norte Amazónico, la deforestación promedio entre 2000 y 2010 fue de 29.500 ha/año (Cuellar et al. 2012). En Pando, entre 1976 y 2013 se perdieron 187.911 has (FAN, 2016). No obstante, en la última década la pérdida fue de 9.818 ha/año (Cuellar et al., 2012). A una escala más local, el municipio de Riberalta pierde unas 5.724 ha/año de bosque primario (Peralta-Rivero et al. 2015) y Guayaramerín 4.244 ha/año (FAN, 2010). De esta manera, en Pando y en la provincia Vaca Diez se deforestan dos terceras partes por año de esta región castañera, sobre todo para ampliar áreas para la ganadería y la agricultura a pequeña escala.
 
Los remanentes forestales de la zona son alterados principalmente por incendios forestales, apertura de caminos y aprovechamiento de madera, aportando a la degradación forestal. A pesar de ello, Pando aún tiene 71% de sus recursos forestales en buen estado de conservación y Vaca Diez entre 61 y 78% (FAN, 2016).

En los bosques del Norte Amazónico en promedio existen 0,8 árboles adultos de castaña por hectárea y en algunos casos existen rodales que pueden alcanzar hasta 10 árboles/ha, haciendo una relación entre la deforestación y degradación en la región, anualmente se pierden miles de árboles, y en otros casos, aunque no los talan, son dejados en pie y con el tiempo dejan de producir y mueren, siendo el abandono otra de las causas de la disminución del volumen de la producción de castaña.

Si agregamos al análisis el fenómeno de El Niño cuyos efectos el 2015-2016 generó la declaratoria de emergencia de 131 municipios de 339 del país por falta de agua, en la cuenca amazónica se presentó también con sequías, disminución en el crecimiento de los árboles, menor captura de carbono por la cobertura arbórea y una alta probabilidad de incendios forestales. Las altas temperaturas anormales y la baja humedad han tenido un efecto directo en la ecología del árbol de castaña que en términos de producción han sido drásticos, pero no sólo de esta especie, sino también para otras como el cacao silvestre, según el reporte en la zona de trabajo de CIPCA.
 
Estos fenómenos sustentados por actividades antrópicas han coincidido de manera tal que la producción de castaña se redujo en 70%, así lo reportaron personas de decenas de comunidades de la región. Un punto a añadir es que los árboles de la Amazonia han aumentado su tasa de mortalidad y están perdiendo su capacidad de capturar CO2 ya desde 1980 (Brienen et al. 2015). Desde 1970 el CO2 atmosférico que sigue el ciclo natural del carbono es absorbido por las plantas entre cuatro y cinco años (tiempo promedio de residencia en la atmósfera). Sin embargo, el CO2 atmosférico producto de actividades antrópicas es absorbido en un periodo mayor a los 100 años. De 1750 al presente las concentraciones de GEI en la atmósfera han aumentado en 40%. Esto genera nuevas hipótesis para conocer qué pasa exclusivamente con el árbol de castaña.

No se sabe cuándo se presentará una crisis similar a la de este año en la producción de castaña, o quizá se volverá algo común en los años venideros cuando El Niño refuerce. Es de seguro que en el 2018 la producción incrementará, sin embargo, con todas las causas y efectos analizados previamente, es previsible que la producción no sea sostenible en las siguientes décadas.
 
Estudios científicos pronostican que para el 2030 las temperaturas en la región se incrementarán hasta más de 1,8 °C, y los municipios más afectados podrían ser Ingavi, Santa Rosa del Abuná, Santos Mercado, San Pedro (Pando), Riberalta y Guayaramerín (Beni).
 
Las precipitaciones se verán afectadas con una disminución entre -14 y -25% para la época seca y hasta -6% en la época húmeda para el caso de Santos Mercado y Nueva Esperanza, pero también podría aumentar entre 1 y 14% en esta misma época para los demás municipios, lo que generaría mucha variación para una misma región (FAN, 2016). La tendencia de pérdida forestal es del 10 y 30% por expansión ganadera en los alrededores de la carretera Guayaramerín-Riberalta-Cobija y 1% por la agricultura a pequeña escala (Müller, 2011).

Por lo expuesto, la solución para  esta crisis, no debe orientarse sólo a la problemática de una zafra, sino más bien debe ser un plan a largo plazo y sostenido que permita el desarrollo de otras alternativas potenciales para la población de la región como el aprovechamiento de otros productos forestales no maderables y la generación de empleo.
 
Hay que considerar que empresas de procesamiento de castaña están adquiriendo nuevas tecnologías y cada vez requieren menos personal en el beneficiado, lo que ocasiona desempleo.
 
Por último, se debe entender que el problema de la baja producción de la castaña va más allá de un hecho histórico y aislado, todo problema ambiental transita a un problema socio-económico y la crisis de la castaña no es la excepción.
 
Se debe seguir trabajando y concretizando propuestas que respondan a la vocación forestal de la región Norte Amazónica y no caer en lo errores que históricamente la han marginado, retrasado y han entorpecido su desarrollo.

*El autor es investigador del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA).

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