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COVID-19, trabajadores informales y su vínculo con la agricultura familiar

COVID-19, trabajadores informales y su vínculo con la agricultura familiar

Foto: CIPCA Cochabamba

Autor: Heber Araujo, investigador y responsable de la UOIR de CIPCA Cochabamba
Fecha: 07/05/2020

Antonieta, joven valluna de 23 años, es estudiante de enfermería, y también es vendedora de ropa en días de feria en la ciudad de Cochabamba, cuando se encuentra en su comunidad en el municipio de Mizque, realiza labores productivas, como la selección de chirimoyas maduras del huerto de su familia para poder comercializarlas en la ciudad.

Roberto de 35 años, luego de recorrer miles de kilómetros desde una finca de producción de uva para vinos de exportación en la región de Copiapó, Chile, apenas concluye su labor, retorna a su región de origen en Bolivia para cosechar papas en las alturas de la provincia Carrasco del departamento de Cochabamba.

En el Norte de Potosí, Adrián de 54 años, que hace de maestro albañil durante algunos meses del año y agricultor en otros, junto a su esposa elaboran humintas en su horno de barro con choclos de su cosecha.

Antonieta, Roberto y Adrián, pese a vivir en zonas rurales de diferentes características socio ecológicas, tienen algo en común: son parte de la economía informal, su estrategia económica vincula actividades productivas urbano/rurales y, en esta coyuntura de emergencia sanitaria por la pandemia del COVID-19 se encuentran en sus respectivas comunidades rurales, cumpliendo la medida de la cuarentena para evitar el contagio del virus.

No existe información sobre la cantidad de población que vive en constante tránsito entre lo urbano y lo rural. Solo como referencia, de acuerdo al Censo 2012 (INE), se conoce que más de un millón de personas vivían en una región diferente a la que habían nacido. Lo cierto es que, de acuerdo a información de distintas autoridades de zonas rurales de Cochabamba y del Norte de Potosí, cientos, incluso miles de familias optaron por pasar la cuarentena en sus comunidades de origen.

Eber Rojas, secretario ejecutivo de la Federación Sindical Única de Trabajadores Originarios Campesinos Ayllus del Norte de Potosí resaltó que por la pandemia que azota a la humanidad, muchos residentes retornaron a sus comunidades porque no hay trabajo en las ciudades. “Hay compañeros que de mucho tiempo han retornado, asimismo, están llegando compañeros que habitualmente vienen en el periodo de cosecha. Esto de la cuarentena no nos afecta en cuanto a la alimentación, más bien se están agilizando las cosechas porque hay ayuda”.

De igual forma, el secretario ejecutivo de la Provincia Esteban Arce, Felipe Terrazas, indicó que la gente está retornando a sus comunidades, algunos de ellos después de mucho tiempo se dieron modos para llegar y habilitar sus viviendas abandonadas “los compañeros de otros sindicatos les están prestando sus camas y cobijas, otros les están invitando a una canasta de papita, triguito o maicitos. Algunos van a la cosecha a ayudar, ahí están trabajando y se están ganando”.

Según cifras oficiales del Censo de 1950, el 73,8% de la población residía en el campo; pero de acuerdo al último Censo de 2012, el peso poblacional entre lo urbano y lo rural se ha invertido radicalmente, pues solo el 33% vive en el área rural. No obstante, estas cifras ocultan las complejas relaciones entre el campo y la ciudad, cuyas fronteras cada vez se hacen más difusas. Las distancias son más cortas por la articulación caminera, las necesidades de trabajo, estudio, servicios básicos y el avance de las tecnologías de información y comunicación; están facilitando procesos ágiles de transitabilidad entre lo urbano y lo rural. En esta coyuntura provocada por el COVID-19, pese a la paralización de la economía en las ciudades, el campo no deja de producir alimentos y se hace evidente su importante aporte para la sociedad. 

“…en la ciudad no hay qué comer y algunos compañeros ya no tienen plata; me han llamado de Cochabamba y me dicen que compraron agua, azúcar, harina y arroz de la tienda, y ya no hay trabajo. Aquí también no hay mucha plata, pero más bien tenemos maíz, papa, también choclitos, algunos siembran cebollitas y zanahorias, con eso no falta comida”, destacó Terrazas.

Bolivia, de acuerdo al último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), ocupa el primer lugar de informalidad en su economía, pues el 62% de los empleos son informales. Según especialistas en temas socioeconómicos, la pandemia del coronavirus tendría más impactos negativos sobre la gente pobre y sobre quienes se dedican a actividades informales. El 39% de los trabajadores informales, de acuerdo a información de la encuesta de hogares, viven de los ingresos generados en el día a día o en la semana. Un mes sin actividad económica para estos hogares, es simplemente insostenible.

Una dinámica socioeconómica poco estudiada en nuestro país es la pluriactividad y la multiresidencia campesina. Estos fenómenos se constituyen en una alternativa que generan oportunidades de reproducción y dinamización de sus sistemas sociales, económicos y ecológicos, fuera del predio familiar; pero sin desmarcarse de sus comunidades y de sus medios de producción. El hecho de que Antonieta, Roberto, Adrián y muchos otros conserven la agricultura familiar como parte de sus estrategias económicas, está permitiendo que cientos o miles de familias pluriactivas en esta coyuntura garanticen su alimentación e implícitamente mitiguen los impactos de esta dura pandemia.

Esta realidad nos plantea desafíos y preguntas: ¿cómo se verá impactada la economía de estas familias en el futuro inmediato? Es muy probable que sus ingresos se vean mermados por la desaceleración de la economía y su efecto directo en el empleo informal. En ese escenario se deben pensar en políticas de impacto de urgente implementación para fortalecer la agricultura familiar, que además de combatir el desempleo, significarían garantizar el abastecimiento de alimentos agroecológicos en el país.

En este escenario son urgentes políticas públicas orientadas a garantizar la producción diversificada y el autoabastecimiento del país; la promoción de la agricultura sostenible para que sus productos de alto valor nutritivo lleguen directamente a los consumidores; la generación de incentivos financieros para la inversión en la producción.

Con el apoyo de CIPCA a través de su Propuesta Económica Productiva (PEP), desde hace varios años se tienen experiencias de desarrollo rural sostenible implementadas por campesinos e indígenas en diversas regiones de Bolivia. La PEP se desarrolla a través de cinco componentes, uno de sus componentes son los sistemas agroforestales, que son modelos productivos implementados en el trópico y la amazonia los cuales promueven la diversificación de cultivos anuales y multianuales, además de contribuir en la conservación de los recursos naturales del bosque; otro componente de la PEP de CIPCA es la agricultura sostenible y producción diversificada, que se desarrolla en Altiplano, Valles y Chaco, la cual, a través de sistemas de riego garantiza la producción para las familia dos o tres veces al año, además de diversificar la producción agrícola. 

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