Autor: Mario Vargas (**) - CIPCA UAP
Fecha: 21/12/2022
Con el surgimiento de la agricultura se inició un proceso continuo de desarrollo tecnológico, partiendo de la domesticación de especies vegetales y animales, que hasta hoy son la base de nuestra alimentación, así como la invención de diferentes prácticas agronómicas y herramientas. Recientemente emergen avances importantes en el ámbito biotecnológico, por ejemplo, el CRISPR/Cas 9 como una posibilidad tecnológica para la edición genética, misma que requiere reflexiones y posicionamientos políticos y económicos. Por lo tanto, hablar de tecnología no está ajena a posturas políticas, paradigmáticas y la reflexión filosófica.
La experiencia de muchos países demostró el rol preponderante de la ciencia y tecnología en el desarrollo socioeconómico, a través de la estructuración de procesos de generación de conocimiento para las actividades productivas y otros aspectos de la vida cotidiana de las personas; estas tecnologías evolucionan constantemente y generan cambios sustantivos en nuestro planeta. En esa perspectiva, la innovación tecnológica es determinante para la sobrevivencia y progreso de las sociedades, como también es aprovechada en la imposición de regímenes agroalimentarios desde las corporaciones supra nacionales, aspecto que se refleja en la predominancia y dependencia de la alimentación mundial sustentada en pocas especies agroindustriales (soya, maíz, trigo, sorgo, arroz, caña de azúcar).
Para alcanzar la innovación es necesario transitar por el desarrollo de conocimientos y la investigación aplicada, conforme a las problemáticas y potencialidades de una nación, un territorio o un sector productivo específico; además de acompañarlos con otros factores socioeconómicos e institucionales que deben establecerse como soporte, en función a políticas públicas o metas trazadas desde los sectores.
Un sector importante en Bolivia es la agricultura familiar, las unidades productivas agropecuarias familiares representan el 96,4 % del total de las unidades agropecuarias a nivel nacional. El 61,3 % del volumen total de producción agrícola proviene de la agricultura familiar, mientras que el 38,7 % corresponde a la agricultura no familiar (Tito y Wanderley, 2021). Con relación a los ingresos familiares anuales, una unidad productiva agropecuaria familiar alcanza un ingreso promedio de 32.858 Bs., de los cuales, el 83% proviene de las actividades productivas, especialmente las agropecuarias, el 11% por la venta de la fuerza de trabajo y 7% de las transferencias mediante bonos y remesas (Salazar y Jiménez, 2018).
La agricultura familiar boliviana se caracteriza por una multiplicidad de tipologías y estrategias, sus sistemas de producción se configuran en función a los agroecosistemas, su vinculación con los mercados, la disponibilidad de mano de obra, acceso a tecnologías y la tenencia y disponibilidad de tierras. Estos sistemas son el producto de una combinación de varios subsistemas, donde pueden intervenir la agricultura, crianza, piscicultura, pesca, caza, recursos forestales maderables y no maderables, así como el manejo de pisos ecológicos y la continua generación de tecnologías por los mismos agricultores en sus unidades productivas; se sustenta en un gran número de especies, que son cultivadas, criadas, conservadas y consumidas en dietas diversas por las comunidades rurales, a esta complejidad del sistema se la entiende como agricultura biodiversa.
A pesar del descuido desde las políticas públicas, la agricultura biodiversa subsiste mediante los pequeños agricultores, “para quienes no existen esfuerzos concretos y sostenidos que proporcionen nuevos conocimientos y tecnologías desde las instituciones oficiales de investigación y desarrollo tecnológico” (Durán, 1990); desde la perspectiva tradicional estas instituciones están compuestas por los institutos públicos de investigación (como el Instituto Boliviano de Tecnología Agropecuaria, IBTA, hasta finales de los años 90; el Sistema Boliviano de Tecnología Agropecuaria, SIBTA, a principios del presente siglo; y, el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal, INIAF, desde el 2008) y los centros y laboratorios universitarios, especialmente de las facultades de ciencias agrícolas y pecuarias de la universidad pública.
Según Durán (1990), la propuesta desarrollista para el agro, inspirada en el modelo de la “revolución verde”, apunta al uso de tecnologías sofisticadas y significa homogeneizar las fuerzas productivas, que a su vez significa homogeneizar las respuestas y posiciones de clase. En consonancia a ello, la institucionalidad pública boliviana establecida para la ciencia y tecnología agropecuaria, en diferentes momentos históricos y actuales, se caracteriza por direccionar el desarrollo de tecnologías hacia la homogeneización de la producción primaria, cuyas ofertas tecnológicas se concentran en semillas mejoradas, ligadas a paquetes tecnológicos y a un alto uso de insumos externos, en especies priorizadas y concebidas como monocultivos, distantes de la complejidad de los sistemas biodiversos de la agricultura familiar y los contextos ambientales y socioculturales imperantes.
Estos elementos demuestran que aún se mantiene el reto de generar respuestas tecnológicas al sector productivo agropecuario, en especial para la agricultura familiar. El desafío es generar agendas de investigación y desarrollo tecnológico que respondan a las necesidades del sector productivo, construidas de manera participativa y con una visión de mediano y largo plazo, establecer mecanismos de financiamiento y fortalecimiento institucional (infraestructura, equipamiento y recursos humanos cualificados).
Además, es necesario establecer un sistema de asistencia técnica y extensión rural para lograr la innovación en un contexto de cambio climático, con base en nuevas tecnologías o la masificación de aquellas exitosas, considerando las características y tipologías de la agricultura familiar boliviana; y asumir la existencia y el valor del saber local, producido y desarrollado por los propios agricultores, quienes deben ser incorporados o reconocidos dentro los procesos de generación e innovación de conocimientos y tecnologías.
Finalmente, en palabras de “Jechu” Durán: “la posibilidad de cambiar la forma de hacer agricultura para beneficio de las mayorías –ahora, mañana y después–, en su ejecución física, es un acto individual (como núcleo familiar, asociación, empresa), pero su viabilidad es necesariamente colectiva y corresponde al menos al control y manejo del espacio físico y político local”.
Referencias citadas
Por una Bolivia democrática, equitativa e intercultural.