Artículos de opinión

Navidad Rural

Navidad Rural

Autor: J. Augusto Yañez Vargas - Sociólogo investigador
Fecha: 24/12/2024

El título del presente escrito proviene de una canción de Alfredo Domínguez Romero, el genio salvaje de la Nación Chichas, que forma parte del álbum “Vida, pasión y muerte de Juan Cutipa” que para algunas/os estudiosas/os es una autobiografía de sus vivencias, principalmente, en Tupiza. Así, en Navidad rural, Domínguez logra una concatenación entre la tradición cristiana católica con el día a día de las familias rurales de mediados del siglo pasado. Entonces, es valorable la aproximación que se establece, por ejemplo, cuando indica: Por un niño de una india / Que María se llamó; de igual manera incluye elementos como la coca diciendo: Saboreando su akulliku / El indio Tata José. Por otra parte, podemos resaltar el planteamiento del entorno que realiza mencionando a la chocita rural, la presencia de los bueyes y de los llameros en actitud de reyes, con lo cual se reinterpreta uno de los hechos más significativos de la tradición cristiana establecida en el nacimiento de su salvador y realiza un ejercicio de convertir a estos personajes en más cercanos y, sobre todo, más humanos.

De esta manera, Domínguez hace un replanteamiento de la escena navideña cristiana en una mirada realizada en los años 70, del siglo XX, justamente cuando el mundo se aprestaba a las revoluciones industriales y tecnológicas, y dentro de una coyuntura sociopolítica compleja y adversa. Aquí es importante, entender la experiencia de vida del autor que, como indicamos, refleja su propia vida en las canciones de este álbum, es decir desde adentro de un pueblo pequeño al sur de Bolivia con gran peso de ruralidad en su cultura, costumbres y tradiciones. De forma similar, encontramos otras canciones que propone Domínguez, inspiradas en la navidad, como ser Navidad en el campo y Navidad Villancico, interpretada junto a Ernesto Cavour y Gilbert Favre, donde se presentan otros elementos de la celebración navideña en estos contextos y se podría destacar la presencia de la población india como protagonista de los mismos y donde la suntuosidad era, casi, inexistente dando paso a otro tipo de prácticas como la trenzada y el baile de adoración bajo una figura de intercambio para recibir chocolate, buñuelos y fruta.

Este tipo de fuentes, la música y canciones, pueden ser un importante referente para contar con los antecedentes de las formas de festejar ciertas épocas del año como en la cristiana navidad. Sin embargo, Domínguez solo muestra una pequeña faceta de las incontables experiencias existentes en el territorio boliviano, por lo que se requiere realizar un trabajo de recuperación de las historias orales en diálogos intergeneracionales para que sean documentadas y sistematizadas. Con este rescate, es seguro que encontraremos una diversidad de formas “propias” de las comunidades, que con la influencia del cristianismo asumieron como propias las fiestas religiosas y que ahora son parte del calendario anual, entre matices de cultura y simbolismo esotérico, encubierto en la navidad.

De forma irruptiva, y lejos de la ruralidad, junto a la revolución industrial (en su tercera y cuarta etapa) y, sobre todo, la tecnológica (en la era de la información) se fueron generando una serie de cambios acelerados en el devenir de los pueblos respecto de la cotidianidad, partiendo del más básico relacionamiento de las personas. Así, desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, hemos visto suceder hechos impensables hace dos o tres generaciones, donde estos solo eran una especie de ciencia ficción, que en la actualidad se han convertido en artilugios amenazantes de enajenación e incremento del individualismo. Con lo sucedido, todavía no conocemos, de forma específica y científica, los efectos y consecuencias de estas nuevas formas de interacción social, mediadas, generalmente, por dispositivos tecnológicos que para las generaciones más actuales está representando, más bien, un aislamiento y, peligroso, ensimismamiento, reduciendo las capacidades de socialización presencial. En este contexto, no podemos dejar de lado las festividades religiosas y folklóricas del calendario recurrente anual que también son permeadas por estas dinámicas.

Entonces, retomamos los planteamientos vinculados a la industria y tecnología que irrumpieron con fuerza en las últimas décadas, afectando las formas tradicionales de asumir, también, las fiestas, entre ellas la navidad. Así, cada año que pasa nuestras ideas y creencias se van redireccionando de manera más drástica y nos alejamos de los sentidos espirituales, no solo cristianos, hacia las dinámicas marcadas por el sistema capitalista y, peor aún, el consumismo salvaje que asocia nuestra capacidad de consumos con la felicidad y la alegría, sentimiento que, sin duda, se exacerba en esta época decembrina. Asimismo, las desigualdades se van manifestando abiertamente en el marco de la capacidad, o no, de lograr mayores compras y consumo que supuestamente tiene origen en los presentes de los reyes magos. 

De esta manera, la navidad rural o de las naciones y pueblos indígenas cada vez queda relegada en sus formas, en una especie de gentrificación o desplazamiento simbólico y sutil que el sistema hace mediante la intromisión de la tecnología y su influencia en las imaginarias percepciones de la vida y la plenitud, sin ninguna distinción. Así, avanzamos hacia una sociedad globalizada que amenaza a la diversidad y la interculturalidad que había resistido a muchas invasiones y sometimientos, donde podemos incluir a la ibérica con todas sus implicancias, incluida la fe. En medio de esos devaneos, es importante complejizar el análisis cruzando la cultura y religión, con aspectos vitales como la propia superviviencia de la humanidad, donde este consumismo influye en la sobreexplotación de los, denominados, recursos naturales y recursos humanos, dentro de un sistema de convierte a todo en mercancía, incluidas las personas. 

Entonces, no podemos analizar, de forma aislada, ciertos fenómenos sociales, culturales o religiosos como si fueran ajenos de problemáticas complejas como ser la explotación, consumismo, crisis ambiental y más, que guardan una estrecha relación originada en los sistemas de opresión como el capitalismo. La navidad, así como muchas otras festividades, es el pretexto para el consumismo, el cual requiere de recursos para seguir creciendo, los cuales provienen de la naturaleza (deforestación, contaminación, deshechos); todo ello desencadena circuitos de destrucción que siguen creciendo, así como demanda el capital para su supervivencia y expansión imperial. Es muy posible que, en la actualidad, la navidad rural, por todas las influencias del sistema, sea muy similar al de las grandes metrópolis, pero en cuanto a necesidades inventadas y no así respecto de las oportunidades de poder cubrirlas. Esta situación viene repercutiendo en una serie de aspectos que provocan frustración en nuestras sociedades que no se encuadran al modelo establecido desde occidente y donde, en muchos casos, desde el intento de réplica, no encontramos un reflejo ni identidad. 

Con todo ello, quedan muchos cuestionamientos por seguir resolviendo, esta vez con el pretexto de la navidad cristiana, que sin duda llegó recién hace poco más 500 años y se impuso a las prácticas religiosas propias de nuestros pueblos. Ahí queda otro reto de la descolonización que permita estas reflexiones en todo nivel, donde posiblemente podríamos encontrar soluciones y propuestas efectivas a las grandes crisis que vive el planeta desde miradas más endógenas ancestrales. En la actualidad, estamos inmersos en una crisis multidimensional, ante la cual el calendario suele ser un distractor o, peor aún, un amplificador de las condiciones adversas. Entre medio, es ineludible virar la atención hacia esos espacios rurales y comunitarios, aplicando sus principios y dinámicas también en las ciudades para erradicar de estas al individualismo exacerbado impuesto por el capitalismo en nuestros espacios que siempre fueron comunitarios.

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