Autor: Lorenzo Soliz Tito
Fecha: 19/10/2014
Según la información oficial, en Bolivia existen 775 mil unidades productivas, de las que el 94% son campesinas indígenas y pequeños productores que logran el 37% de la producción agroalimentaria y el restante 63% lo produce la agroindustria, mayormente orientada a la exportación. También datos oficiales muestran que hay un estancamiento de la producción alimentaria a cargo de ese 94% de productores tanto en superficie como en volumen y valor de la producción, a excepción de la quinua; lo que muestra que los esfuerzos realizados hasta ahora para apoyar a este sector son importantes pero aún muy insuficientes.
A ello se añade que sigue en aumento la importación de los alimentos; en los últimos siete años se han triplicado en valor, de 136 millones de dólares en 2006 a 405 millones en 2013. El contrabando campea en el país por la escasez de controles, pero también estimulado por los consumidores, en buena medida debido a su baja capacidad de compra. Entonces, en el mercado hay suficientes alimentos disponibles para el consumo, pero no es seguro que la población esté accediendo a éstos en la cantidad y calidad que debería, y la soberanía alimentaria queda pendiente.
Aún con esas dificultades y estancamiento en el sector indígena originario campesino, la producción de alimentos tiene "rostro de mujer”. De los 3,27 millones de habitantes del mundo rural, 1.566.271 son mujeres (Censo 2012). Son ellas, debido a las migraciones temporales o a la estrategia de combinar actividades económicas familiares en el mundo rural y urbano, las que mayormente quedan a cargo de las actividades en el predio rural, sobre todo en el altiplano y los valles.
Además de producir buena parte de los alimentos para sus familias producen para nosotros. Pero también son quienes mejor preservan la biodiversidad en los medios rurales, ya que preservan, cuidan y "crian” la diversidad de las semillas, los conocimientos y tecnologías ancestrales que siguen aportando a la ciencia moderna y al conocimiento.
En el Día Internacional de la Mujer Rural es oportuno reflexionar que no sólo se invisibiliza su rol de productoras de alimentos y su aporte a la economía familiar y del país, sino todos los roles conexos, que son relevantes para nuestra alimentación, pero más aún, para la vida.
En el marco de la agenda Post-Año internacional de la agricultura familiar 2014 se debería incluir en la agenda 2025 el potenciamiento durante la próxima década a los agricultores familiares y comunitarios como actores relevantes de la producción de alimentos sobre todo para el país, y específicamente el potenciamiento de las mujeres en su rol de productoras: mejorando y facilitando sus condiciones de trabajo con mayor capacitación e innovación tecnológica para alivianar el esfuerzo físico que realizan; eliminando o disminuyendo los riesgos a los que están expuestas; acceso a recursos productivo y avance en procesos de transformación de su producción o generando nuevas alternativas económicas en el sector secundario y terciario; con asignación específica de inversiones para sus actividades productivas.
Ello requiere también evitar la sobrecarga laboral en lo productivo y reproductivo.
Sólo así podremos aproximarnos a la seguridad alimentaria y a la tan ansiada soberanía alimentaria en que las mujeres, sean adultas o jóvenes -y siempre que así lo quieran- continúen realizando sus diversos roles en la alimentación del país, pero en condiciones absolutamente distintas y nuevas.
Lorenzo Soliz Tito, director
general de CIPCA
Por una Bolivia democrática, equitativa e intercultural.