CIPCA Notas
Mercurio, una amenaza silenciosa
Autor: Vincent A. Vos y Danny Rejas (*)
Fecha: 22/08/2017
La Amazonia no solamente se caracteriza por sus grandes extensiones de bosques tropicales, sino también por sus innumerables ríos, arroyos, lagunas, curiches y pantanos. Estos cuerpos de agua son fundamentales para la biodiversidad amazónica: sólo en la Amazonia boliviana se han registrado más de 900 especies de peces.
Según el estudio El consumo de pescado en la Amazonia boliviana, realizado por la FAO y Probioma en 2012, familias rurales de la Amazonia boliviana consumen un promedio de 109 gramos por día, equivalente a un consumo anual per cápita de 40 kilos, un consumo muy elevado en comparación con los 2,1 kilos/año consumido a nivel nacional.
Frente a este contexto el incremento del uso del mercurio para la extracción de oro en ríos amazónicos como el río Madre de Dios es alarmante, ya que el mercurio trae consigo grandes riesgos de contaminación. Al verterse en los ríos es absorbido por diversos microorganismos y puede alcanzar niveles extremadamente tóxicos en el paso por los diferentes eslabones de la cadena alimenticia. Además, debido a las elevadas tasas de deforestación, los niveles de erosión en la Amazonia son cada vez más altos. Tomando en cuenta la existencia natural de mercurio en los suelos amazónicos, eso implica un incremento de niveles de sedimentación de este metal pesado.
En el estudio Contaminación con mercurio, publicado en 2016 por D. Rejas y colegas de la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba, se muestra que los niveles de mercurio en los peces de los diversos ríos amazónicos ya han alcanzado niveles alarmantes. Si analizamos el consumo de peces del río Beni y sus lagos cerca de Riberalta, una persona adulta no debería consumir más de 250 gramos de piraña por mes, 750 gramos/mes de bentón, o 500 gramos/mes de surubí. Cabe mencionar que los datos varían mucho dependiendo del río y la contaminación de mercurio es aun más grave en otros ríos como el Madre de Dios, Yata y Tahaumanu.
Además, es necesario destacar que los rangos de consumo también varían según peso y sexo: niños por lo general sólo pueden comer la mitad de pescado considerado seguro para un adulto.
Otro grupo de población especialmente vulnerable está conformado por las mujeres embarazadas, ya que la exposición al mercurio antes del nacimiento y en la infancia puede causar retraso mental, parálisis cerebral, sordera y ceguera.
Según este nuevo estudio, una comparación de los datos de consumo de la FAO con los "rangos seguros” revela un alto riesgo para nuestra salud. Pero estos resultados también pueden tener importantes consecuencias económicas. La pesca es el principal medio de vida de miles de pescadores y un componente fundamental de la economía y seguridad alimentaria de la población amazónica. El proyecto "Peces para la vida” mostró que sólo la pesca comercial de paiche genera 11% de la economía familiar en comunidades indígenas del norte amazónico, mientras que el consumo de pescado constituye otro 10% de esta economía.
Tomando en cuenta esta importancia económica, es necesario evaluar con cautela los datos mencionados. Peces herbívoros como el pacú y el tambaquí o insectívoros como la sardina, por lo general contienen niveles de mercurio mucho más bajos y entonces son más aptos para el consumo. Así mismo hay que tomar en cuenta que los datos son provenientes de peces capturados en lagunas. Es posible que peces en arroyos presenten niveles más bajos, por estar menos expuestos al mercurio ya que la extracción de oro sólo se da en los grandes ríos, y los niveles de erosión también suelen ser más bajos. Una evaluación cuidadosa de las estadísticas de salud podría brindar mayor luz sobre este tema.
No obstante, será oportuno reforzar acciones para reducir los niveles de contaminación de mercurio. Se podría reforzar el control del uso de mercurio en la extracción de oro o restringir la cantidad de barcazas dragas. Tomando en cuenta la relación de la erosión con la contaminación de mercurio, es recomendable reforzar acciones de protección y reforestación de las áreas orillando los cuerpos de agua. Aunque estas áreas en teoría ya deben ser conservadas como servidumbres ecológicas en el marco del reglamento de la ley forestal vigente, en la práctica hace falta reforzar el control respectivo. Por otro lado, será necesario reforzar las iniciativas de reforestación de estas áreas, mejorando la planificación en cuanto a la restauración ecológica y el posterior manejo de estas áreas. (Con aportes de Alfonso Aguilar).
(*) Vincent A. Vos es investigador y biólogo de CIPCA Norte Amazónico y Danny Rejas es científico.
Artículo publicado el domingo 20 de agosto de 2017 en IDEAS de Página Siete.
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