CIPCA Notas

Elecciones: la continuidad en el Beni estaba asegurada por ambos lados

Autor: Ismael Guzmán (*)
Fecha: 29/01/2013

La reciente elección departamental para la Gobernación del Beni realizada este 20 de enero de 2013, no pasó de ser una suerte de actualización de la correlación de fuerzas entre el oficialismo y la oposición. De ahí el enorme esfuerzo no sólo local sino también nacional que cada quién otorgó a este evento durante el proceso electoral, reeditando de ese modo la clásica polarización bipartidaria de la tradición política regional, que en los últimos procesos electorales empezaba a superarse.

La polarización biparidaria entre el MAS y la agrupación ciudadana Primero el Beni (la pretensión de unidad de la derecha tradicional), simplemente dio continuidad a una tradición elitista del poder y al ejercicio de antiguas prácticas electorales basadas en la prebenda y el practisismo político desprovisto de principios ideológicos; fraguando cualquier expectativa de modificación del mapa de poder sociopolítico en la región. Esta polarización prácticamente dejó sin posibilidades de protagonismo estadístico a otras opciones como NACER del candidato Ademirnson Algarañaz y el Frente para la Victoria de Pedro Nuni.

Tradicionalmente en el Beni fueron las élites económicas y de éstas sólo algunas castas familiares quienes desde un imaginario patrimonialista, impusieron nombres destinados al ejercicio del poder político a través de la administración pública. De ahí una tradición de apellidos que no dejaron cabida ni a los linajes del propio criollismo histórico en el país: los Sattori, los Shiriqui, los Guiteras, los Majluf, figuras patriarcales y monopólicas de la política regional.

Esta tradición tiene continuidad con los candidatos más protagónicos en estas recientes elecciones, ya que Primero el Beni postuló a  Carmelo Lenz Fredericksen y el MAS postuló a Jessica Jordan Burton. Al menos de este último partido se esperaba, incluso de parte de sus propios correligionarios, una figura proveniente de los sectores más populares, pero más pudo la fuerza de estas castas familiares que siempre estuvieron del lado del poder. No es que se pretenda negar su condición de ciudadanos bolivianos ni el derecho de participación política, pero resulta llamativa la continuidad de esta hegemonía de los clanes familiares independientemente de los partidos políticos. La postulación de Pedro Nuni Caity  constituye el primer intento de ruptura de esta regularidad tradicional.

Asimismo se esperaba prácticas alternativas al tradicional sistema prebendal y deseablemente una actitud más coherente con principios ideológicos, pero nada de esto ocurrió, debido a que la campaña electoral estuvo mediada por la compra de conciencia a través de la prebenda y se dieron “alianzas” como la establecida entre el MAS y una fracción del MNR (además de algunas figuras políticas locales con militancia de derecha no emenerrista que también se sumaron al MAS), hecho este que  muestra una alta dosis de pragmatismo a fin de alcanzar el poder a como de lugar.

Dicho sea de paso, esta alianza electoral no es casual y probablemente tampoco circunstancial, pues en el departamento del Beni paulatinamente se va estableciendo una cercanía desde el gobierno hacia el sector ganadero y viceversa. Resultado de ello son las medidas estatales dirigidas a favorecerlos, como la pausa en la medición de la Función Económica Social en los predios ganaderos, el recientemente perdonazo a la deforestación ilegal tan usuales en la región. Este antecedente en la región sugiere otro desenlace al inicial antagonismo entre empresarios y el partido en función de gobierno.

Es cierto que con esta alianza el MNR pierde un histórico protagonismo partidario en las contiendas electorales de la región, pero da continuidad y quizá de manera más rebozada a sus actores dirigenciales, incluidos aquellos en ejercicio de gobiernos locales, lo que resta es constatar si mantuvo o no la fidelidad de su tradicional base electoral.

Otro rasgo a enfatizar de este evento electoral, es la desproporcional relación en el despliegue financiero dirigido a la campaña electoral. Mientras que las dos postulaciones indígenas (NACER también tiene origen indígena al menos en su constitución) se vieron fuertemente limitadas por la carencia de recursos económicos, las otras dos postulaciones de élite evidenciaron una campaña costosa, lo que a ambos les permitió hacer funcionar su enorme aparato de campaña electoral, acceder de manera mucho más intensiva a los medios de comunicación y movilizarse con enorme facilidad en sus emprendimientos de contacto tanto directo con el electorado. La democracia aún adolece de estas barreras para unos que a su vez son grandes ventajas para otros.

La victoria de Primero el Beni en este evento electoral con el 52% no sólo constituye un mérito político de esta agrupación, pues también expresa otros mensajes quizá reprobatorios de la forma cómo el actual gobierno ejerce el poder, o al rechazo de una gobernación subordinada a los mandatos del poder central, incluso pudo haber capitalizado un sentimiento de rechazo a la insensibilidad del gobierno en el conflicto del Tipnis. Recordemos que la vocería de Primero el Beni, con mucho oportunismo político se puso del lado de la demanda indígena, siendo que antes fueron totalmente reacios a las demandas territoriales del movimiento indígena, prueba de ello es escasa presencia de la temática indígena en el estatuto departamental que ellos mismos redactaron y se empeñaron en poner en vigencia.

El ausentismo electoral en estas elecciones ameritan una atención aparte, pues habiendo llegado a niveles mínimos históricos en las últimas elecciones (6%), de pronto se eleva a cifras tan elevadas (30%). Esta elevada inasistencia a sufragar, en parte estará relacionada con factores involuntarios como la internación monte adentro de los zafreros castañeros en el norte amazónico que anualmente se da por estas épocas, pero en parte probablemente también exprese una indiferencia por razones que pueden oscilar desde un cansancio por la frecuencia de eventos eleccionarios ocurridos en este último lustro, hasta un desencanto por el curso de las relaciones destructivas entre oficialismo y oposición en la lucha por sus respectivos propósitos hegemónicos.

 

(*) Ismael Guzmán es sociólogo de CIPCA Beni

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