Autor: Pamela Cartagena (*)
Fecha: 05/06/2014
Muchas fechas alusivas a la naturaleza están presentes en el calendario mundial; por sólo mencionar algunas, el 22 de abril se celebra el día de la tierra, el 22 de marzo el día del agua, el 5 de septiembre el día de las áreas protegidas, el 1 de octubre el día del árbol, y el 5 de junio el día del medio ambiente; todas estas sin duda se constituyen como una forma de reconocimiento al rol e importancia de éstos elementos en el planeta, como una forma de reflexión respecto a las crisis ambiental, pero también como una forma de generar compromisos desde los gobiernos y desde la sociedad civil para protegerlos.
Bolivia se ha sumado a las conmemoraciones pero también viene implementando acciones específicas desde el gobierno y desde la sociedad civil para promover mayor conciencia ambiental. Recientemente gracias a los medios de comunicación hemos tenido la agradable noticia de que el Programa Mi Árbol implementado desde el año 2012 está logrando la meta prevista de 10 millones de plantines que son reforestados en distintas partes del país, y que el mes pasado logró plantar más de medio millón de árboles en el norte de La Paz y oeste del Beni para fortalecer los suelos afectados por las inundaciones. Sería también pertinente que estos plantines reforestados merezcan el seguimiento respectivo que garantice realmente las superficies reforestadas que se esperan.
Nuestro país posee 12 ecoregiones y 199 ecosistemas que albergan una enorme riqueza faunística y florística, es por ello que Bolivia conjuntamente otros 16 países en el mundo comparte la condición de país megadiverso que implica que somos parte de los países poseedores de la mayor biodiversidad presente en el planeta, esto es, las mayores concentraciones de formas de vida que sin duda garantizan el bienestar y equilibrio de la biosfera. Si bien esto es una fortaleza y ventaja comparativa frente a otros países, es importante relevar que las crecientes acciones antropogénicas poco armónicas con la naturaleza y por ende con su biodiversidad, hacen que también nuestro país sea frágil y altamente vulnerable a perturbaciones del medio.
La Amazonía boliviana que es el área con mayor diversidad biológica del país ha mostrado esta vulnerabilidad al haber sido afectada por las inundaciones que han dejado una importante cantidad de familias campesinas e indígenas con sus medios de vida severamente afectados. Esto nos muestra que una diversidad biológica sometida a perturbaciones provenientes de modelos desarrollistas vigente en el país –deforestación y ampliación de la frontera agrícola, producción de monocultivos, minería y contaminación, tala y caza selectiva, etc- es frágil y sin duda nos está dando las primeras alertas sobre cómo podría cambiar nuestra condición ventajosa. La biodiversidad que aún posee el país proporciona de algún modo un margen de seguridad ante fluctuaciones y perturbaciones ambientales, ya que un sistema diverso es de por si complejo y con mayor capacidad de resiliencia, esto es, que no colapsa sino tiene la capacidad de recuperar su condición natural post perturbación.
Si bien las acciones a favor de la naturaleza como son las campañas informativas, de sensibilización y cultura ambiental, de reforestación, entre otros, son una medida directa para combatir el avance de las perturbaciones antropogénicas, en muchos casos no lograrán la recuperación de formas primigenias de vida. CIPCA hace más de una década implementa los sistemas agroforestales (SAF) mayormente en áreas degradadas (barbechos improductivos) donde se procura restituir el bosque que fue deforestado para la implementación de cultivos anuales o por el aprovechamiento forestal maderable muy común en tierras bajas. La técnica SAF combina cultivos anuales, bianuales y perennes que replican el bosque y permiten generar productos e ingresos permanentes para las familias sin perturbar el medio. Los avances son importantes pues alrededor de 3 mil hectáreas han sido implementadas por las familias que cuentan al presente con un promedio de 1,6 hectáreas de SAF, pero los esfuerzos en términos de capacitación, sensibilización, inversión y seguimiento han sido también grandes.
Pese a estos avances hay también retrocesos, en los últimos cinco años nos ha tocado ver -por sólo mencionar algunos- la pérdida de al menos 600 has de SAF el año 2009 por incendios forestales en el norte amazónico, y este año 2014 otras 1.000 hectáreas que han sido afectadas en diverso grado por las inundaciones en los departamentos de Pando y Beni. Esta pérdida para las familias campesinas e indígenas no sólo significa perder los plantines que han reforestado, que en un imaginario simple se resolvería con una campaña de reforestación con el mismo número de plantines, significa la pérdida del trabajo proyecciones familiares de 3 a 10 años en sus parcelas de producción diversificada (plátano, cítricos, cacao, frutos amazónicos ó plantas medicinales) que incrementaban al menos en un 30% su ingreso familiar anual.
La producción de más de 10 millones de plantines anuales en el país es un avance y óptimamente logrará reforestar entre 10 mil a 15 mil hectáreas anualmente, pero el reto que debe enfrentar el país es de revertir las más de 300 mil hectáreas promedio que se deforestan anualmente. Ante ello, sin duda, surge la necesidad de repensar en los modelos, las prácticas y las políticas de desarrollo que se impulsan desde el gobierno en sus diferentes niveles. Acciones como las de CIPCA, de otras instituciones de desarrollo o las acciones del Estado central no revertirán estas grandes pérdidas, se requieren más bien decisión política coherente al anhelado desarrollo integral en armonía con la madre tierra a través de la generación de políticas más agresivas, integrales y multisectoriales que permitan seguir disfrutando de esta megadiversidad con que nos premió la naturaleza.
(*) Responsable de la Unidad Nacional de Desarrollo de CIPCA
Por una Bolivia democrática, equitativa e intercultural.