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Anzaldo y Torotoro: La producción anual en tiempo de Mishka

Autor: ANF - Agencia de Noticias FIdes
Fecha: 27/08/2018

La Paz, 26 de agosto (ANF).- Fortunato Calderón nació en Quirusillani, una comunidad alejada del municipio de Anzaldo en Cochabamba, y pertenece a una generación que jamás había visto nevar, sin embargo, luego de casi 50 años, en agosto de 2018, llegó la nevada a estas tierras que suelen caracterizarse por ser áridas y donde el agua es un recurso preciado. 

La anécdota queda para la historia, así como muchas otras de la cotidianidad de los habitantes de este valle, que años atrás vieron partir en “camiones llenos” a sus vecinos y familiares, quienes migraron a las ciudades cansados de las sequías y la poca producción.“Antes era diferente, no es como ahora, antes producía temporal maíz, trigo, papita, si no había lluvia no producía nada y por ese motivo había la migración, ahora ya estamos mejorando”, cuenta don Fortunato mientras enseña cómo funcionan los sistemas de riego que en apoyo con el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) ha instalado en sus parcelas. 



Hoy trae el agua desde 15 kilómetros que permite la producción de maíz, papa, trigo, cebolla y hasta frutas como el tumbo, todo 100 por ciento orgánico. 
En Anzaldo y Torotoro más de 860 familias fueron beneficiadas con la implementación de sistemas de riego y microrriego en los últimos tres años, lo que ha permitido a las comunidades incrementar sus cosechas de una a dos veces por año y diversificar su alimentación, incluyendo en su dieta frutas, hortalizas, tubérculos y los cereales.

La segunda cosecha es de vital importancia para los comunarios, porque es la época que ellos denominan “Mishka” o tiempo seco, que es cuando no llueve y deben regar sus parcelas a través de sistemas complementarios de riego que ayudan a conservar el agua y a darle un uso más eficiente.

Nancy Camacho, directora regional del CIPCA en Cochabamba, explica que esto forma parte de la propuesta económica que se viene implementando en varias comunidades para mejorar la calidad de vida de las familias campesinas.

“Básicamente se busca encontrar innovaciones tecnológicas, como las represas, atajados de tierra, atajados metálicos, geomembranas y sistemas que nos permitan eficientizar el agua, como el sistema de riego por aspersión y por goteo”, afirma.




Estas innovaciones tecnológicas han facilitado el modo de producción en las comunidades, pero además significan una mejora innegable en la calidad de vida de los habitantes.

“Aquí en la comunidad de Torancalí (Anzaldo) nosotros sembramos la Mishka, la papa ya he sembrado para consumo, lo que sobra vendemos y con eso compramos verduras”, cuenta Carmen Álvarez, agricultora y dueña de una parcela.

Carmen llegó en 2011 a Torancalí, es madre de tres niños, cuenta que ahora con el sistema de riego por goteo ha logrado producir hasta un camión de duraznos y sus hijos se han acostumbrado a la fruta y a las hortalizas.



El sistema de riego por goteo lleva el agua mediante mangueras extendidas por todo el terreno sembrado y permite ahorrar agua. Para hacer un atajado deben cavar un hoyo grande que retiene el agua cual si fuera un lago artificial.

María Oblitas, técnico del CIPCA de la parte productiva, explica que son 52 familias en esta comunidad beneficiadas con la construcción de atajados de distintos volúmenes. “De ahí disponen ellos para regar su parcela”.

En otras comunidades se han construido represas y estanques para sustentar estos sistemas, tal es la represa de Hatumpuru B que tiene una capacidad de 70 mil metros cúbicos de agua y contribuye al riego por aspersión, goteo y por inundación.




Según la agrónoma, los sistemas de riego impulsados por el CIPCA, en muchas comunidades se han hecho en complementación con el programa gubernamental “Mi Riego” y en cada comunidad se han llegado a acuerdos con las organizaciones campesinas y gobiernos municipales para poder implementar estas innovaciones tecnológicas.

Nancy Camacho explica que la propuesta del CIPCA “se basa en el enfoque agroecológico, es decir, no hay que mirar con ojos solo técnicos y materiales, también hay que mirar con ojos culturales, con ojos políticos porque se busca contribuir, garantizar y mejorar las condiciones de vida de familias campesinas indígenas”.

Heber Araujo, responsable de investigaciones del CIPCA, explica que uno de los aspectos resaltantes es la redistribución de roles de las mujeres en la comunidad, puesto que antes la actividad agrícola y productiva que dependía de la lluvia era un rol de los hombres debido a que el sistema secano requiere de mayor fuerza.



“Cuando ya las parcelas son adecuadas con sistemas de riego hay la virtud de que se puedan producir hortalizas y frutales, y esto permite que las mujeres también se vinculen a la actividad productiva de la familia”, afirma Araujo.

Otros impactos de relevancia, son la resiliencia que han adquirido las comunidades ante las sequías y el incremento por cantidad de sus productos al margen del número de cosechas por año. “Los rendimientos se han incrementado en un 20 por ciento, hasta en un 50 por ciento, dependiendo de los cultivos”, dice Heber.

Esto implica una mejora en la calidad de vida y nutrición de las familias de estas comunidades como cuenta Filemón Vía Cuchazara, agricultor de la comunidad de Añahuani en Torotoro: “cuando yo era niño no conocíamos las frutas ni verduras, nada, solo papas y maíz, ahora ya podemos producir casi todo”, dice sonriente.

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